miércoles, 7 de junio de 2017

EL MISTERIO DE LA ABADÍA


             EL MISTERIO DE LA ABADÍA

-¿Quién llama a estas horas?
-Tenemos un caso.
-¿Dónde? 
-En una abadía.
-¿En a abadía? ¿Y, a quién han matado?
-Por lo que se a un monje, pero vamos a verlo.
Sherlock Holmes y John Watson salieron de su casa y se dirigieron a la abadía benedictina donde habían tenido lugar los hechos.
Cuando llegaron se quedaron impactados por el aspecto de aquellos Edificios. La abadía, de aspecto gótico, estaba compuesta por la iglesia, el claustro, el edificio y otras construcciones como el hospital, las caballerizas y los dormitorios. Al entrar fueron recibidos por el Adad, quien los dirigió a los dormitorios para enseñarle sus celdas.
-¿Pero vamos a pasar aquí la noche?- preguntó Watson.
- Presupuesto. ¿Cómo quieres resolver un caso si no conoces el funcionamiento de la Abadia?
- Tendréis acceso todos los lugares de esta abadía excepto al último piso del Edificio.- dijo el Abad
-¿Qué hay en el último piso?- preguntó Watson.
-Allí se encuentra la biblioteca. Es una de las más grandes que se puedan encontrar y solamente tiene acceso a ella el bibliotecario.
- Como usted desee Abad. Permítanos empezar con la investigación. ¿Nos podría enseñar el escenario del crimen?
-Claro, síganme.
Los detectives siguieron al Abad hasta la parte posterior del Edificio. Al pie de este se encontraba un conjunto de piedras manchadas de sangre.
-¿Cómo podemos saber que no se suicidó?- preguntó Watson. 
- Corrígeme si me equivoco Abad, pero cuando encontraron el cadáver todas las ventanas del edificio estaban cerradas y en el interior no había signos de lucha. ¿Por qué sino nos iban a llamar a nosotros, unos extraños, para solucionar esto? – contestó Holmes.
-Así es. No miente la gente al decir que es usted brillante detective.
-¿Revisaron también la biblioteca? –preguntó Holmes.
-Como ya le he dicho, nadie puede entrar en la biblioteca. Y ahora si me disculpan debo irme. Pueden visitar el escriptorium y hablar con los monjes si así lo desean.
El Abad se fue dejando solos a Holmes y Watson.
-Vamos a hacerles un visita a los mojes –sugirió Sherlock.
Al entrar en el escriptorium se quedaron fascinados por las escena que se desarrollaba delante de sus ojos. Había unos veinte monjes sentados en sus pupitres, copiando.
-¿Quiénes sois vosotros? – preguntó un viejo ciego.
-Somos el detective Sherlock Holmes y John Watson. Hemos venido para investigar la muerte de vuestro compañero.
-No necesitamos a nadie que venga a remover nuestros asuntos y a perturbar nuestra vida en la abadía.
En ese momento, entro un monje corriendo en el escriptorium y dijo:
-¡Han encontrado a Adelmo dentro de las tinajas con sangre!
Todos los monjes pusieron una expresión de terror en sus ojos.
-¡El Anticristo se acerca! ¡Ya se ha llevado a dos! ¡¿Cuántos más caerán?!
Holmes y Watson bajaron hasta la carnicería y examinaron el escenario lleno de gente. El cuerpo se encontraba sumergido en la sangra de cerdo. El Abad se acercó y pidió que quitaran el cuerpo y lo llevaran al hospital. Una vez limpiado, Holmes y Watson examinaron el cuerpo. Vieron unas manchas negras en el dedo índice y corazón. 
-¿Puedes abrirle al boca?- le pidió Sherlock a Watson.
Este se la abrió y vieron que la lengua de Adelmo estaba hinchada y negra.
-No murió ahogado, sino asfixiado por su lengua- dijo Holmes- alguien lo envenenó y luego lo metieron dentro de la tinaja con la sangre.
Volviendo a los dormitorios se encontraron con un monje.
-¿Son ustedes los detectives que llevan el caso de Adelmo y Berengario verdad? – Preguntó – me llamo Benito y creo que puedo servirles de ayuda. Hace unos días escuché una conversación que mantenían Adelmo y Berengario con algunos de los monjes más viejos.
-¿Sobre qué hablaron?- preguntó Watson.
-Sobre la risa. Los más viejos defendían que la risa es mala para el hombre, que es el diablo. Hubo muchos desencuentros entre ellos.
-¿Quién más participó en la discusión?- preguntó Holmes
-Estaban el bibliotecario y su ayudante y Jorge, el viejo ciego. Adelmo, Berengario y Severino mencionaron el segundo tomo del libro de Aristóteles. Eso enfureció mucho a los viejos, ese libro trata sobre la risa. Es un libro prohibido.
- Muchas gracias por su ayuda. Ahora, si nos disculpa, nos gustaría ir a nuestras celdas a descansar. Ha sido un día muy intenso.- dijo Sherlock.
Holmes y Watson se dirigieron a los dormitorios y, antes de entrar a sus celdas, Watson le pregunto a Holmes:
-¿Crees que esa discusión puede estar relacionada con los asesinatos?
-Tal vez. Pero de todas formas me gustaría ver el pupitre de Adelmo en el escriptorium, puede que allí encontremos algo.
A la mañana siguiente se dirigieron temprano al Edificio y entraron en el escroiptorium. Ya se encontraban algunos monjes copiando y sin llamar mucho la atención, los detectives miraron en el pupitre de Adelmo. Allí encontraron los utensilios necesarios para poder copiar los libros. También había un libro a medio terminar con unos dibujos impresionantes. Las formas y colores que utilizaba en los bordes te dejaban con la boca abierta.
-La verdad es que tenía un gran talento.- dijo Watson.
-Cierto, pero no estamos aquí para admirar su obra. ¿Qué es esto?- dijo Holmes cogiendo un papel.
-Parece latín.
-Así es. El texto hacer referencia a la biblioteca. Creo que ha llegado el momento de entrar en ella.
-¿Pero cómo? Durante el día está vigilada por el bibliotecario y su ayudante y por la noche se cierra el edificio.
-Tiene que haber alguna manera sino ¿cómo crees que pudieron entrar Adelmo y su asesino?- dijo Holmes- Es un edificio antiguo seguro que tiene alguna entrada secreta.
-¿Y cómo la encontramos?
-Prestando atención a nuestro alrededor. Pero de momento vamos a comer.
Todos los monjes estaban comiendo en silencio. Solamente se escuchaba el sonido de los cubiertos al chocar con los platos.
-Que silencio- exclamó Watson- casi da hasta miedo.
Se dirigieron a la mesa en la que se encontraba el Abad y les sirvieron la comida.
-¿Ha habido algún avance detectives? –preguntó el Abad en un susurro.
-Digamos que estamos intentando descifrar un… problema sin importancia.
Cuando terminaron al comida se dirigieron a le iglesia. Era un edificio imponente llenod de adornos y muy ostentoso.
-¿Qué hacemos aquí?- preguntó Waston.
-Durante la comida estaba pensando en cómo puede llegar el bibliotecario a tiempo a los oficios de noche cuando es el encargado de cerrar el Edificio. Tiene que rodear todo el patio para llegar hasta aquí, así que, lo más probable, es que haya un pasadizo que comunique la iglesia con el Edificio.
-Y si es así ¿Cómo lo encontramos?
-Vamos a dar una vuelta.
En uno de los altares de la parte izquierda les llamó la atención una inscripción que decía Finis Africae.
-Recuerdo haber visto esta frase en el escriptorium. La entrada debe de estar aquí.- dijo Sherlock.
Examinaron el altar estaba lleno de calaveras y de figuras de gente muerta. Holmes se acercó y empezó a meter los dedos en los agujeros de los ojos de las calaveras. De repente, una de las imágenes empezó a desplazarse y dio paso a la entrada de un pasadizo. Los dos detectives entraron i se vieron rodeados por una cantidad enorme de huesos. Se encontraban en el osario. Siguieron hacia delante y se toparon con una puerta que daba a unas escaleras. Subieron por ellas y entraron al escriptorium. Allí cogieron una vela y subieron por las escaleras de caracol hasta llegar a la biblioteca. Entraron en una habitación pequeña y mal ventilada. Había otras dos puertas que daban a habitaciones semejantes a la primera y así sucesivamente.
-¡Esto es un laberinto!- Exclamó Watson.
-Así es. Volvamos a la primera habitación.
Cuando se encontraron otra vez en el punto de partida Holmes dijo:
-Tiene que haber una forma lógica de orientarnos en el laberinto. El Edificio tiene una forma hexagonal, si nos encontramos en la parte este podríamos ir dibujando cada habitación conforme vayamos entrando en ellas. 
Cuando ya llevaban casi la mitad del laberinto recorrido, vieron una habitación diferente a las otras. Esta no tenía libros ni armarios simplemente había una mesa y un espejo en una pared. Sherllock se acercó al espejo y vio la inscripción Finis Africae 
-Watson, ayúdame a mover este espejo. Creo que es una puerta.
Este le ayudó y entre los dos consiguieron mover el espejo. Entraron en otra habitación olía a moho y en el centro había una mesa con una vela. Al lado de la mesa se podía distinguir la figura de un hombre.
-Por fin, creía que no ibais a venir- exclamo la figura.
-¿Jorge?- dijo Watson.
-Así es, ¿os sorprende? ¡Qué decepción! Creía que erais los mejores.
-Pero ¿Por qué?- preguntó Watson.
-¡El Anticristo se acerca y nadie quiere escuchar esos jóvenes no saben los que dicen no saben lo que piensan! ¡El Anticristo se acerca! ¡Nadie está a salvo de él! ¡Todos caerán, hasta el más poderoso!
-Mató a Adelmo y a Berengario por su ansia de saber. En la discusión que tuvieron sobre la risa os disteis cuenta de que estaban buscando el segundo libro de Aristóteles. Así que una noche los seguisteis y conseguisteis acorralar a Berengario. Pero tu ceguera no te permitió coger a los dos y envenenasteis uno de las libros de Adelmo. Cada vez que pasaba de página y se humedecía los dedos su cuerpo absorbía más veneno. Cuando te aseguraste de que estaba muerto te lo llevaste y lo dejaste en la tinaja con sangre.- dijo Holmes.
-Enhorabuena lo has descubierto.
Entonces Jorge cogió la vela y salió rápidamente de la habitación. En la oscuridad él se manejaba mejor que los detectives. Jorge se acercó a una estantería y esta empezó a arder. Sherlock Holmes y John Watson bajaron rápidamente a alertar a los monjes y a pedir ayuda, Pero el viejo ciego no pudo salir y ardió junto con el resto de la abadía.


Carme Montesinos i Jornet 

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